1 Admitimos que éramos impotentes ante nuestra adicción que nuestra vida se había vuelto ingobernable.
2 Llegamos a creer que un poder superior podría devolvernos el sano juicio.
3 Decidimos poner nuestra voluntad y nuestra vida al cuidado de Dios, tal como nosotros lo concebimos.
4 Sin miedo hicimos un detallado inventario moral de nosotros mismos.
5 Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestras faltas.
6 Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios eliminase todos estos defectos de carácter.
7 Humildemente le pedimos que nos quitase nuestros defectos.
8 Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos hecho daño y estuvimos dispuestos a enmendar el daño causado.
9 Reparamos directamente el daño causado, siempre que nos fuera posible.
10 Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos rápidamente.
11 Buscamos a través de la oración y de la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios tal como lo concebimos. Pidiéndole solamente conocer su voluntad para con nosotros y la fortaleza para cumplirla.
12 Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los adictos y de practicar estos principios en todos los aspectos de nuestra vida.